jueves, 10 de abril de 2008

LA CIUDAD SAGRADA

Era yo muy joven cuando me dijeron que en cierta ciudad todos sus habitantes vivían con apego a las Escrituras.

Y me dije: "Buscaré esa ciudad y la santidad que en ella se encuentra".
Y aquella ciudad quedaba muy lejos de mi patria.
Reuní gran cantidad de provisiones para el viaje, y emprendí el camino.
Tras cuarenta días de andar divisé a lo lejos la ciudad, y al día siguiente entré en ella.

Pero, ¡oh sorpresa! vi que todos los habitantes de esa ciudad sólo tenían un ojo y una mano.
Me asombró mucho aquello, y me dije:
"¿Por qué tendrán los habitantes de esta santa ciudad sólo un ojo, y sólo una mano?"
Luego, vi que también ellos se asombraban, pues les maravillaba que yo tuviera dos manos y dos ojos.
Y como hablaban entre sí y comentaban mi aspecto, les pregunté:
-¿Es esta la Ciudad Bendita, en la que todos viven con apego a las Escrituras?
-Sí, esta es la Ciudad, Bendita -me contestaron.
Y añadí-; ¿Qué desgracia os ha ocurrido, y qué sucedió a vuestros ojos derechos y a vuestras manos derechas?

Toda la gente parecía conmovida.
-Ven; y observa por ti mismo -me dijeron.
Me llevaron al templo, que estaba en el corazón de la ciudad. Y en el templo vi una gran cantidad de manos y ojos, todos secos.
-¡Dios mío! -pregunté-, ¿qué inhumano conquistador ha cometido esta crueldad con vosotros?
Y hubo un murmullo entre los habitantes.
Uno de los más ancianos dio un paso al frente, y me dijo:
-Esto lo hicimos nosotros mismos:
Dios nos ha convertido en conquistadores del mal que había en nosotros.

Y me condujo hasta un altar enorme; todos nos siguieron.
Y aquel anciano me mostró una inscripción grabada encima del altar.
Leí: "Si tu ojo derecho peca, arráncalo y apártalo de ti; porque es preferible que uno de tus miembros perezca, a que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha peca, córtatela y apártala de ti, porque es preferible que uno de tus miembros perezca, a que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno".
Entonces comprendí:
Y me volví hacia el pueblo congregado, y grité:
"¿No hay entre vosotros ningún hombre, ninguna mujer con dos ojos y dos manos?"
Me contestaron:
"No; nadie; sólo quienes son aún demasiado jóvenes para leer las Escrituras y comprender su mandamiento".

Y al salir del templo inmediatamente abandoné aquella Ciudad Bendita, pues no era yo demasiado joven, y sí sabía leer las Escrituras.

2 comentarios:

Julieta dijo...

BUENISIMO!!! JUAN.
Ahora todo el mundo puede hablar a nombre de Él, aunque hay algunos que quieren seguir monopolizando la relación con la divinidad y con su aparente voluntad.
Cuando veo en los noticieros algunos personajes internacionales, los he oído hablar de Dios como si acabaran de hablar por teléfono con él.
Hablar en nombre de Dios, nunca ha sido tan fácil como ahora, pero en el proceso, como en todas las culturas y religiones, hay quienes pretenden tener el monopolio de su expresión.

JUANMAROMO dijo...

Gracis Julieta, como pongo en el blog de "La comunidad", una de mis frases favoritas es "Dios me libre de los que hablan en su nombre", fijate que los nazis, llevaban grabadas en las hebillas de sus correajes la frase "Dios está con nosotros". Un beso