martes, 7 de octubre de 2008

MAMÁ


















Cuando viniste a este mundo,
Ella te sostuvo en sus brazos.
Tú se lo agradeciste gritando.

Cuando tenías 1 año,
Ella te alimentaba y te bañaba.
Tú se lo agradeciste llorando la noche entera.

Cuando tenías 2 años,
Ella te enseñó a caminar.
Tú se lo agradeciste huyendo de Ella cuando te llamaba.

Cuando tenías 3 años,
Ella te hacía todas las comidas con amor.
Tú se lo agradeciste tirando el plato al suelo.

Cuando tenías 4 años,
Ella te dio unos lápices de colores.
Tú se lo agradeciste pintando todas las paredes del comedor.

Cuando tenías 5 años,
Ella te vestía para las ocasiones especiales.
Tú se lo agradeciste rebozándote en los charcos.

Cuando tenías 6 años,
Ella te llevaba a la escuela.
Tú se lo agradeciste gritándole: ¡NO VOY A IR!

Cuando tenías 7 años,
Ella te regaló una pelota.
Tú se lo agradeciste arrojándola contra la ventana del vecino.

Cuando tenías 8 años,
Ella te trajo un helado.
Tú se lo agradeciste derramándoselo sobre su falda.

Cuando tenías 9 años,
Ella te pagó unas clases de piano.
Tú se lo agradeciste no practicando nunca.

Cuando tenías 10 años,
Ella te llevaba con el coche al partido de fútbol y fiestas de cumpleaños.
Tú se lo agradeciste saliendo del coche sin nunca mirar atrás.

Cuando tenías 11 años,
Ella te llevo a ti y a tus amigos a ver una película.
Tú se lo agradeciste diciéndole que se sentara en otra fila.

Cuando tenías 12 años,
Ella te aconsejó que no vieras ciertos programas.
Tú se lo agradeciste esperando que ella se fuera de la casa.

Cuando tenías 13 años,
Ella te sugirió un corte de pelo que estaba de moda.
Tú se lo agradeciste diciéndole que ella no tenía gusto.

Cuando tenías 14 años,
Ella te pagó un mes de vacaciones en el campamento de verano.
Tú se lo agradeciste olvidándote de escribirle una carta.

Cuando tenías 15 años,
Ella venía de trabajar y quería darte un abrazo.
Tú se lo agradeciste encerrándote en tu habitación.

Cuando tenías 16 años,
Ella te enseñó a conducir su coche.
Tú se lo agradeciste usándoselo todas las veces que podías.

Cuando tenías 17 años,
Ella esperaba una llamada importante.
Tú se lo agradeciste hablando por teléfono toda la noche.

Cuando tenías 18 años,
Ella lloró en la fiesta de tu graduación de la escuela.
Tú se lo agradeciste estando de fiesta hasta el amanecer.

Cuando tenías 19 años,
Ella te pagó la matrícula de la universidad, te llevó en coche hasta el campus y cargó tus maletas.
Tú se lo agradeciste diciéndole adiós desde fuera del dormitorio, así no te sentirías avergonzado ante tus amigos.

Cuando tenías 20 años,
Ella te preguntó si estabas saliendo con alguien.
Tú se lo agradeciste diciéndole: "A ti qué te importa".

Cuando tenías 21 años,
Ella te sugirió algunas carreras para tu futuro.
Tú se lo agradeciste diciéndole: "No quiero ser como tú".

Cuando tenías 22 años,
Ella te abrazó en la fiesta de graduación de la universidad.
Tú se lo agradeciste diciéndole si te podía pagar un viaje a otro país.

Cuando tenías 23 años,
Ella te dio algunos muebles para tu primer piso.
Tú se lo agradeciste diciéndoles a tus amigos que los muebles eran feos.

Cuando tenías 24 años,
Ella conoció a tu futura esposa y le preguntó sus planes para el futuro.
Tú se lo agradeciste con una mirada feroz y le gritaste "¡Cállate!".

Cuando tenías 27 años,
Ella te ayudó a pagar los gastos de tu boda y llorando te dijo que te quería muchísimo.
Tú se lo agradeciste alejándote a otro país.

Cuando tenías 30 años,
Ella te dio algunos consejos para cuidar al bebé.
Tú se lo agradeciste diciéndole que las cosas son diferentes ahora.

Cuando tenías 40 años,
Ella te llamó para recordarte el cumpleaños de tu papá.
Tú se lo agradeciste diciéndole que estabas muy ocupado.

Cuando tenías 50 años,
Ella se enfermó y necesitó que la cuidaras.
Tú se lo agradeciste leyendo sobre la carga que representan los padres hacia los hijos.

De repente, un día,
ella silenciosamente murió.
Y todas las cosas que nunca hiciste cayeron sobre ti como un trueno.

Tomémonos un momento para rendir honor y tributo a la persona que llamamos mamá. No hay sustituto para Ella. Alegra cada momento. Aunque a veces, no parezca la mejor de las amigas, o quizá no concuerde con tu forma de pensar, pero aun así, es tu madre. Ella estará allí para ayudarte con tus dolores, tus penas, tus frustraciones.

Pregúntate a ti mismo: ¿Has buscado tiempo para estar con ella, para escuchar sus quejas sobre su trabajo y su cansancio? Sé prudente, generoso y muéstrale el debido respeto, aunque tú pienses diferente. Una vez que se vaya de este mundo, solamente los recuerdos cariñosos del quien llamamos mamá, sólo eso nos queda.


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