lunes, 22 de junio de 2009

AMOR SIN FECHA DE CADUCIDAD




 Hace poco leía un artículo en el que se aseguraba que los amores longevos eran una forma de autoengaño, una impostación de la realidad en la que ambas partes se empeñaban en fingir un amor desparecido en la noche de los tiempos.
Su lectura me hizo reflexionar, ¿será verdad que el amor que siento en mi pecho es un autoengaño? ¿Puede ser cierto que cada vez que miro a los ojos a mi eposa me invade una ola de ternura o simplemente lo estoy imaginando? ¿o quizás cuando pierdo el sentido del espacio y el tiempo prendido entre sus brazos, es producto de una alucinación?.
Hay personas para las que todo lo que escapa de la normativa es pecado, lo que no se demuestra con una ecuación es inexistente y lo que la razón no puede explicar es pura superchería.
¡Qué pena me dan aquellos que no creen en lo increíble, los incapaces de sorprenderse, los que ya está a vuelta de todo sin haber llegado a ninguna parte!.
Puede que en algún lugar esté escrito el guión de nuestra vida, pero estoy convencido que a pesar de todo, aún tenemos la posibilidad de corregir una errata, de arrancar alguna hoja, o de escribir otra nueva.
Mantener el rescoldo del amor durante lustros no es tarea fácil, hay que creer en él, luchar por él, vivir por él. Cuando una pareja une sus vidas con el firme convencimiento que será para siempre, luchará hasta el último suspiro para que así sea, echará el resto en cada jugada y nunca dará por perdida una mano aunque no tenga ni una sola figura.

Podíamos decir como Calderón “que toda la vida es sueño”, pero yo quiero vivirla muy despierto, a veces en mi vida amorosa he tomado una curva demasiado arriesgada, y he sentido las ruedas de nuestro coche derrapar hasta llegar al borde del abismo, pero en ningún momento se me ocurrió tirarme de él en marcha, porque sabía fuera de él solo existía la soledad y el vacio. 
Puede que los amores longevos sean una forma de autoengaño, pero no más que la ilusión de vivir, la esperanza en el futuro o la fe en el hombre y en los hombres, si todo ello fuera un engaño, no valdría la pena seguir viviendo

JUANMAROMO

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