martes, 11 de mayo de 2010

EN CUERPO Y ALMA



¿Cuándo llegaremos a comprender que el alma y el cuerpo forman una entidad indisoluble?

¿Cuándo acabaremos de entender que el mal de uno acaba deñando el otro de una manera

irremisible?.

La sociedad de consumo se centra masivamente en crear necesidades superfluas

que envenenan nuestro cuerpo y desequilibran nuestra mente de tal manera que nunca una

generación estuvo tan enferma teniendo un aspecto tan saludable.

Vemos a los negros en sus territorios naturales, no tienen video consolas, no tienen Iphone,

pero los niños corren felices por los campos con la luz en la mirada, mientras las madres tejen

sus ropas y preparan sus comidas al aire libre con un bebé en los brazos.

Pero claro, esta imagen es solo un espejismo desde que les robamos sus cosechas, les

envenenamos las aguas y les vendemos armas cargadas de odios prefabricados.

Los niños ya no juegan, empuñan fusiles de asalto y las mujeres mueren de sida sin nadie que

les acompañe en el viaje. La multinacionales del petróleo, del oro y de las materias primas han

hecho del último paraíso, un infierno en la tierra.

Si volvemos la vista, vemos a nuestros jóvenes competir por quien tiene el móvil más

avanzado, el ordenador más rápido o la pantalla de plasma más grande, pero se pasan el día

sin el calor de sus padres, juagando con la video consola o tragando telebasura, mientras los

adultos vendemos nuestro tiempo por treinta monedas y nos condenamos a hipotecas de

cadena perpetua.

Cada día surgen nuevas enfermedades producidas por los pesticidas, los transgénicos o por el

Stress inhumano al que estamos sometidos, las multinacionales químicas multiplican sus

beneficios a costa de nuestra salud, mientras las agencias publicitarias se encargan de

crearnos traumas para que echemos el resto en cosméticos y operaciones de pornoestética.

¿Es esta la sociedad que queremos? ¿En qué punto tomamos el camino equivocado?.

Lo que está claro es que esta vía nos conduce al desastre como individuos y como especie,

espero que no sea demasiado tarde para volver a la senda que jamás debimos abandonar.

JUANMAROMO

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