viernes, 11 de febrero de 2011

"El amor y la verdad van cogidos de la mano"

Peter Torbiörnsson,guionista y director, ex periodista de conflictos

Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet
 
Foto: Alex Garcia
El desencanto
Last chapter, emitida en el magnífico festival DocsBarcelona, denuncia, 25 años después, lo que su director no pudo denunciar en su día: cómo los sandinistas, de cuya causa era simpatizante, perpetraron un crimen de Estado intentando liquidar a Edén Pastora en una rueda prensa. Murieron 7 personas y 22 fueron gravemente heridas. La bomba la puso su compañero de viaje: en teoría, un fotógrafo danés, en realidad, un espía sandinista. Con esta película y la denuncia por crímenes de lesa humanidad de la cúpula sandinista que organizó el atentado, Torbiörnsson cierra un doloroso capítulo de su vida que le llevó a abandonar la prensa para dedicarse a los documentales
En 1984 era corresponsal de la radio y la televisión sueca en Centroamérica. Cuando estaba cubriendo la guerra de Nicaragua, un comandante sandinista cubano me pidió que ayudara a un fotógrafo danés.

Los sandinistas ya gobernaban.
Sí. El danés se sumó a mi equipo. Estuvimos en Costa Rica filmando a los contrarrevolucionarios que, pagados por la CIA, se enfrentaban a los sandinistas. Entre ellos había un héroe tránsfuga sandinista.

Edén Pastora.
Sí. Decidió dar una rueda de prensa en plena selva. Nicaragua estaba bajo la observación de la prensa mundial, había periodistas de todos los países. De repente estalló una bomba que mató a 3 periodistas e hirió a 22; murieron 4 personas más, pero Pastora salió ileso.

Ahora su mente está allí, ¿verdad?
Sí, en una choza elevada sobre el río. Hay un gran agujero en el suelo, mi amiga Linda Frazier, de United Press International, bellísima persona, está al otro lado con los intestinos fuera; a su lado, el cámara de la televisión de Costa Rica agoniza con una pierna cercenada a la altura de la ingle. Todo es caos, gritos, sangre...

¿Y usted?
Herido pero no grave, y lo veo claro: el danés, el primero en marcharse del lugar, ha sido el artífice a sueldo de los sandinistas.

¿Y se siente culpable?
Sí, por tonto, por dejarme utilizar, por no atreverme a decir la verdad. Investigué la posibilidad de que otro pusiera la bomba. Daniel Ortega me confirmó cinco años después que fueron ellos, pero luego tapó el tema.

En 1984, los sandinistas representaban para Occidente héroes revolucionarios.
Sí, y yo era cómplice inconsciente de aquella matanza que todos pensaban que era responsabilidad de la CIA, y ni siquiera pude hablarlo con nadie. En aquella época, decir que Cuba y Nicaragua habían perpetrado un crimen de Estado era muy fuerte.

¿Edén Pastora no le ayudó?
Acabó reconciliándose con los sandinistas, lo nombraron supervisor de una región. Una vez corrompido ya no quiso ayudarme a desvelar la verdad. Traté de huir del problema, decidí abandonar el periodismo y dedicarme al cine documental independiente.

Pero retoma el tema 25 años después.
Se lo debía a las víctimas. Creo que mi película es la crónica del desencanto de una generación. La revolución sandinista representaba muchos sueños e ilusiones. En la película se cuenta la verdad. Luis Carrión, viceministro de la época, lo explica.

Aquel suceso cambió su vida.
Sí, perdí la inocencia y la confianza, demasiado sueca, en los otros. Quise ser muy buen periodista, denunciar la injusticia y la represión militar: estuve desnudo en cárceles en El Salvador con los ojos vendados. Me jugué el tipo por incómodas verdades que nadie quiere oír.

¿Y luego?
He hecho más de veinte películas y todas tratan de la existencia, de cómo es vivir. Y he constatado que cuesta mucho encontrar y mantener el amor, mantenerse vivo espiritual, moral y éticamente.

Hizo una película sobre su infancia.
Vivíamos en una isla junto a Estocolmo, a 800 kilómetros de la mayor catástrofe humana: el holocausto. Había un gran miedo del que nadie hablaba. Mi maestra era la única que exorcizaba aquel miedo. Un día se cayó con el autobús al agua, y no volvimos a nombrarla. Quise saber si mis compañeros de escuela la recordaban como yo.

¿Y se lo preguntó 30 años después?
Sí, y todos recordaban aquel hecho como una de las cosas más importantes de su vida. Lo que no se habla suele ser lo más importante, y hablarlo, lo único que cura.

Interesante reflexión.
Durante la guerra de Bosnia estuve en Tuzla. Era atroz, nadie entendía aquello. Las guerras modernas no tienen justificación. Quería hacer una película sobre la primera línea, un lugar absurdo, pero no me dejaban filmar; nadie quiere que se sepa la verdad, hasta la cantidad de muertos es secreta.

...
En el manicomio encontré a 12 personas que habían estado en el frente. Estaban locas, pero decían la verdad. Creo que lo más importante es hablar de lo que uno tiene dentro con sinceridad, porque el amor y la verdad van cogidos de la mano.

Usted ha visto el infierno.
Sí, he filmado a personas obligadas a cavar su propia tumba, luego el disparo en la cabeza, y después cómo quienes las han matado reían porque querían olvidar lo terrible que habían hecho.

¿De dónde sale esa crueldad?
De la cobardía. El cobarde es el que mata porque quiere mostrarse valiente con un disfraz prestado.

¿Y el que filma el crimen?
Creía que realmente había una tradición de periodistas comprometidos que ayudaron a construir un mundo mejor, y yo a mi manera tonta y modesta quise pertenecer a esa tradición, pero hoy sé que esa tradición ha sido exagerada en sus virtudes.

Sin ellos no se cuenta la historia.
Camus o Hermann Hesse la contaban, pero obedecían a su conciencia y no a los bandos propagandísticos. Yo mismo trabajaba para un diario sensacionalista y tenía que escribir clichés. En la prensa, la historia verdadera, que está en lo sutil, suele quedarse fuera.

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