viernes, 25 de febrero de 2011

La mancha de mamá


 
 
Emma Riverola Escritora
Él le clavó un cuchillo. Y mamá se manchó. Salió sangre. Mucha sangre. La blusa de mamá se puso toda roja. Él gritaba, pero después se calló. Y se fue. Yo no. Yo me quedé al lado de mamá. Al principio la llamaba. Mami, ¿estás bien? Mami, despierta. Mami, ¿por qué no dices nada? Pero después empecé a llorar y ya no pude hablar más. La mancha era cada vez más grande. Quise tocar a mamá. Pero mi mano también se manchó y pensé que igual yo también me quedaría como ella. Y me dio miedo. Me tumbé al lado de mamá. Pero sin tocarla. Y al final me dormí. Después me desperté. Ya era de día y tenía mucho frío. Pensé que si me acercaba a mamá me calentaría. Pero no quería mancharme. Primero le toqué la cara. Pero aún me entró más frío. Y además mamá estaba muy fea. Y entonces tuve mucho miedo. Porque no era mi mami. Me fui lejos, al rincón, y sin querer pisé un poco de sangre. Todo el suelo se manchó. Al principio pensé que mamá me reñiría, pero después pensé que no. Que ya no me reñiría más. Y que tampoco me llevaría al cole. Ni vendría a mi cama por la noche. Ni iríamos juntas al parque. Ni me haría cosquillas. Y entonces me entraron muchas ganas de llorar y todo me daba miedo. No sabía qué hacer. Pero ya no quería estar ahí. Me fui al cole. Yo sola. Caminé con mucho cuidado y me fijé en los semáforos. Cuando me quité el abrigo vi que mi vestido tenía una mancha. Una mancha de mamá.

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