martes, 1 de febrero de 2011

La rebelde ignorancia


 
Emma Riverola Escritora
  En España, el 31,2% de los jóvenes de 18 a 24 años no han completado la enseñanza secundaria. La cifra adquiere un tinte aún más pesimista cuando se confronta con la media europea: 14,4%.

Con todo, esto no sería tan terrible si, además, no estuviera acompañado de cierta ostentación social de la ignorancia. La vanagloria del no saber. Ese estúpido alarde de la inopia que consiste en trufar los textos con mil faltas, sustituir la mitad de las entradas del diccionario por cuatro pobres y manidas palabras que sirven para todo, jactarse de no tener los mínimos conocimientos de historia ni de política, sentir alergia a los periódicos y a cualquier espacio de información que vaya más allá del cotilleo, hacer bandera del nulo esfuerzo.
La ignorancia se ha convertido en un valor para ciertos sectores de la población, no solo los jóvenes. Esa atracción se sustenta en múltiples causas. Desde las deprimentes expectativas laborales de miles de licenciados hasta la pérdida de autoridad de unos padres y de un profesorado cercado por las dificultades, sin olvidar el patético éxito mediático de esperpentos iletrados. En el bosque de motivos, quizá también haya un gesto de rebeldía. Un rechazo al pensamiento en la era del ocaso de las ideas. Lástima que, entre tanta ignorancia, se haya perdido también algo que sí sabían nuestros mayores, que solo en el conocimiento se encuentra la libertad.

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