martes, 22 de febrero de 2011

PRETÉRITO IMPERFECTO




La primera vez que la vi me quedé boquiabierto, me la presentó mi jefe de zona y yo supuse que la destinaria a mi grupo, pero no, se la adjudicó al grupo de mi amigo y rival en la contienda. Tenía el cabello largo y castaño, los ojos verdes y la mirada retadora, se movía como una pantera y los hombres se giraban a su paso, jamás me hice ilusiones, era demasiado para mí.
A mis 17 años, acababa de superar el trauma de un internado religioso, y había roto la presa de mis instintos llevándome todo por delante. Me monté en mi habitación una discoteca a la que llamaba "El templo de Eros" en donde celebraba mis bacanales aprovechando que mis padres salían los fines de semana. Dieciséis metros cuadrados música, mueble bar bien surtido, luces psicodélicas  y quemador de incienso al estilo botafumeiro, todo ello acompañando a un sofá y a una cama preparadas para la ocasión. 
Por aquel templo habían desfilado una pléyade de vestales, pero ninguna dejó en mí más huella que la del hastío y el desencanto, y aquella diosa me parecía fuera de mi alcance.
Conversamos alguna vez, pero siempre me mantenía a la defensiva, quizás me sentía amenazado por aquellos ojos verdes como lagunas sin fondo.
Algunos meses después de abandonar la empresa, nos encontramos casualmente y me saludó con un beso, yo me quedé perplejo pero acepte vernos al día siguiente para charlar largo y tendido. En nuestro reencuentro hablamos de nuestro trabajo de nuestra vida, y poco a poco ese temor se fue transformando en cariño.
Un día la invité a venir a casa, escuchamos música, tomamos un trago, y la tarde se nos pasó en un suspiro. Poco a poco aquella habitación se transformó en nuestro mundo, cada día después del trabajo, nos reuníamos y compartíamos las horas y la vida como en una oración.
Para mí el sexo era algo secundario, por primera vez en mi vida sentía arder en mi pecho un sentimiento como jamás había experimentado hasta entonces, solo pensaba en sentirla cerca  acariciarla y besarla. Pero ella tenía otros planes, jamás me engañó, fue integra y sincera conmigo, por eso quizás jamás se entregó del todo para que yo tampoco lo hiciera.
Fue una relación agridulce, con momentos duros, con momentos tántricos, pero poco a poco se fue alejando hasta que el verano me la arrebató del todo. Creí que el mundo se hundía, me sentía solo y abandonado. Volví a mi trabajo de D.J. y pasé el verano en una discoteca de Playa de Aro intentando olvidar y no dormir para no soñar con ella. La busqué en decenas de brazos, en tormentas de alcohol y de sexo de las que salía al borde de la locura...
Pero un día, cuando ya había perdido la fe y la esperanza, el destino me mostró sus cartas, y un nuevo camino se abrió ante mis pasos, alguien había escuchado mis mudas plegarias y un Domingo de carnaval me llevó de la mano a cruzar el umbral de mi nueva vida.
Pero nada podrá borrar aquellos meses en los que la vida se detenía cada tarde sentada en un sofá  me tomaba las manos y me hacía sentir el hombre más feliz del mundo.

JUANMAROMO

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