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jueves, 23 de diciembre de 2010

VOLVÍ A VERTE DENTRO DE VEINTE AÑOS


Volví a verte dentro de veinte años. Esa forma de recogerte el pelo, igual que tu madre, me trasladó a la mujer que serás. Sensible, vulnerable, ahora y entonces, todavía este puto mundo no te ha tamizado, no te ha bañado con sus odios, sus envidias, sus maldades, que necesariamente han de cambiar el gesto de tu cara. Y no puedo desear que encuentres a una persona buena que te acompañe cuando no estemos nosotros, tus padres, tú, hija sola, debes encontrar la fuerza por ti misma, para compartirla con otros...
Te he visto guapa, tu madre lo es cercana a los 49. Los estudios de personalidad primeros indican que tienes una especial habilidad para las artes, como ella, ¡lástima! Si pensamos, por qué diablos pensamos así, sólo en el aspecto económico, de supervivencia, de poco te va a servir pintar bien... Sin embargo sí podrás, si te mantienes con esta vocación, disfrutar de horas seguidas inmersa en tu propio mundo, seguro que mucho más bello, más amable que éste.
Confío en que si mantienes su religión serás una de las nuevas cristianas, en las que la aceptación de las diferencias de los demás no sea objeto de discusión por parte de tus jerarcas; y el papel de la mujer y el hombre dentro de su organización sea ya equilibrado en función del número de las personas que participen de ella. Y que vuestro representante del diós en el que crees en la tierra no vaya colmado de riquezas de hace siglos, sino que sea un o una trabajadora de la conciencia, para el bien de todos.
Los malos augurios del momento me impiden tener una visión positiva del mundo de dentro de veinte años. Habrá mayores diferencias económicas y sociales entre los paÍses ricos y los pobres. Nosotros seremos más pobres, en favor de las grandes potencias. Los políticos seguirán haciendo su papel de marionetas de sí mismos. El individuo habrá perdido gran parte de sus libertades en pro de la seguridad o inseguridad que los ambiciosos manejarán a su antojo.
Si tengo que elegir, que estés entre los pobres, entre los marginados, entre los luchadores, aquellos que conserven en su interés una lucecita de esperanza en un mundo más justo, limpio, de bienestar global, en el que la guerra, la enfermedad y la pobreza no se vean como algo ajeno, sino algo que os afecte tan directamente que no podáis estar, como tus padres, al margen.
Yo te estaré apoyando desde mi vejez primera. 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La custodia compartida no debe imponerse

Los cambios en el derecho de familia

Repartir por igual entre los padres separados el tiempo que deben tener a sus hijos perjudica a estos


 
Lidia Falcón Abogada
  Durante la larga lucha que libramos en defensa de los derechos de la mujer, las feministas pensamos que cada nueva reforma legal y cada modificación de la conducta social era un avance irreversible en el progreso de nuestro país y en la igualdad entre los sexos. Ingenuamente no abrigamos ninguna duda sobre la irretroactividad de las derrotas que el machismo iba sumando. Por ello no imaginamos las astucias y estrategias con que nos iban a perseguir las organizaciones de hombres que siguen siendo irreductibles contra el feminismo. Astucias enormemente ingeniosas, entre las que se cuenta la reivindicación de la custodia compartida de los hijos menores en los casos de divorcio. Una reclamación insólita en un país en el que, según todas las estadísticas, la mayoría de los padres siguen sin responsabilizarse del cuidado de los niños y a los que acometen repentinamente unos irreprimibles impulsos de limpiar bebés, cocinar para ellos y atenderlos de noche en cuanto la madre plantea el divorcio.
La estrategia de reclamar que el hijo esté el mismo tiempo con el padre que con la madre, mediante el invento de que el niño se traslade periódicamente de un domicilio a otro para vivir la mitad de la semana o la mitad del mes con uno y la otra mitad con la otra, con la excusa de sentir un ataque amoroso hacia el menor nunca vivido hasta entonces, ha tenido muy rentables consecuencias para los maridos divorciados. En primer lugar se eliminan, o se reducen sensiblemente, las pensiones alimenticias de los hijos que debían pagarse a la esposa, ya que son alimentados por cada progenitor en la misma proporción de tiempo que pasan con cada uno. En segundo, y no de menos importancia, se está consiguiendo que se le exija a la mujer la división de los bienes comunes, en particular del domicilio conyugal, cuyo uso exclusivo antes se concedía por ir anejo a la custodia de los hijos, y se le adjudique al padre o se venda. En definitiva, los hombres de este jaez han convertido en un negocio la reclamación de la custodia compartida.
Pero lo más grave, que ahonda la injusticia, es que los legisladores de diversas comunidades -Aragón ha sido la primera, seguida de Catalu-
nya y Valencia- han aprobado códigos de familia que establecen obligatoriamente la custodia compartida, incluso en los casos en que los progenitores están embarcados en una guerra sin cuartel y uno de ellos o los dos se oponen a esta medida. Por supuesto, en esta estrategia lo que no tiene importancia alguna es el bienestar del niño. Niños que viven en continuo traslado de domicilio y de habitación y que no consideran suyo más que la mochila en la que acarrean de una casa a la otra sus pequeñas pertenencias. Que se ven alejados media semana o medio mes de sus amigos, de su barrio, de todo aquello que les es familiar, para tener que adoptar otros sustitutivos durante el tiempo que están ausentes de su casa. Niños que, situados en el epicentro del maelstrom que han desencadenado sus padres, reciben sistemáticamente las presiones y las calumnias e insultos de uno u otro cónyuge contra el rival, cuyas diferencias ideológicas, culturales, de carácter, de comportamiento, han motivado precisamente la separación, puesto que si los progenitores son tan comprensivos y parecidos en gustos, no suelen separarse; y si lo hacen llegan ellos mismos a acuerdos menos lesivos para sus hijos, por lo que no hace falta imponérselos por orden judicial.
Esta perversa dinámica establecida por los legisladores y aprobada entusiásticamente por los jueces y fiscales se está imponiendo incluso a aquellas mujeres maltratadas y a sus hijos. En cumplimiento del criterio cada vez más extendido de que ya la igualdad ha nivelado la situación de ambos sexos, se impone el reparto idéntico del tiempo de convivencia del menor y de los bienes entre padre y madre, y cualquier oposición de la mujer a estas sentencias salomónicas, incluso aunque se trate de una víctima de maltrato, se pena con sucesivas denuncias, juicios de faltas, multas, e incluso la pérdida de la custodia y del régimen de visitas, situación que se está repitiendo en diversos casos.
Ha sido inútil que la Federación de Mujeres Juristas de Catalunya presentara ante el Parlament y la Generalitat un documentado informe sobre la custodia compartida, explicando ponderadamente los perniciosos efectos que tal medida tiene sobre los menores, para impedir que se aprobara en la nueva redacción del Codi de Familia. Los sabios legisladores -y también sabias legisladoras- conocen mejor que nadie, mejor que las madres, y por supuesto que las feministas que llevamos medio siglo trabajando los temas de la mujer, lo que conviene a los niños y a los padres, y en consecuencia la custodia compartida se está convirtiendo en imperativo legal, que ya casi lo es judicial. Porque el patriarcado sigue vigente -desde el feminismo apenas hemos conseguido resquebrajarlo- y su ley sigue imponiéndose, ahora que vivimos un peligroso retroceso social hacia comportamientos y valores reaccionarios, con una renovada virulencia.