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martes, 26 de abril de 2011

EL SILENCIO DE LOS BORREGOS


  
Después de leer las noticias sobre los últimos suicidios en France Telecom, me vienen a la mente escenas de películas de los años 60 en los que los protagonistas se encontraban encerrados en una sala cuyas paredes se iban encojiendo hasta aplastarlos.
Las empresas tanto estatales como privadas, han reducido plantillas drásticamente, y sin embrago, pretenden aumentar la productividad, una meta muy loable en tiempos de déficit presupuestario, pero el camino elegido  no ha sido los incentivos, ni las mejoras en las condiciones de trabajo, el látigo ha tomado el mando y descarga con saña sobre las espaldas de los trabajadores.
Toda la parafernalia de seguridad e higiene se malgasta en minucias y hace la vista gorda al asedio laboral y al acoso continuo al que son sometidos miles de trabajadores en lo que venimos a llamar pomposamente "el primer mundo".
Pero no creamos que este fenómeno se da en pequeñas empresas y que son amos negreros los que fustigan a sus esclavos. La mayoría de los casos de mobbing se dan en la administración y en los organismos oficiales, la filosofía militar que impera en muchos de estos dinosaurios, la estructura piramidal del poder y la falta de sensibilidad de los altos directivos han hecho de estos centros, auténticos paraísos para maltratadores, explotadores y resentidos.
La cúpula de poder, coloca sus piezas estratégicamente para que les hagan el trabajo sucio, mientras ellos sonríen, salen en la foto y se cuelgan las medallas. Jefecillos cuyo único mérito es el de recorrer pasillos y hacer la pelota, acceden a lugares de responsabilidad y desde sus termiteros presionan inclementes a los que tienen a su cargo, cada día más, cada día un poco más.
Cuando alguno se rebota o sencillamente estalla, se le organiza un boicot, se le monta una operación de acoso y derribo hasta que se desmorona o escapa, mientras los otros borregos balan complacientemente sin pensar que cualquiera de ellos puede ser el próximo.
Con una legislación obsoleta, unos jueces indulgentes y unos sindicatos inoperantes, la situación de estos trabajadores se hace insostenible hasta acabar en la enfermedad o en el suicidio. 
Si estuviéramos en Estados Unidos, donde una ametralladora está al alcance de cualquiera, seguro que muchas de estas entidades estarían salpicadas de sangre, pero en este país donde las armas solo las tienen los delincuentes y los poderosos, al pueblo llano solo le queda implorar porque aparezca de una vez "El tío de la vara" y  cruja a toda esta colección de enchufados y chupópteros que no solo nos chupa el dinero si no también la sangre.

JUANMAROMO