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viernes, 30 de julio de 2010

EL ENIGMA DE LAS CORRIDAS DE TOROS


Por JOSE YOSADIT VON GOETHE

Es indudable que las corridas de toros tienen su origen en antiquísimas creencias religiosas basadas en la astrología. En efecto, según la era astrológica en boga, la religión se desarrollaba en torno a la representación animal que el zodiaco marcaba. Así, hacia el año 4.000 A. C., en la era de Tauro, las creencias religiosas establecían que habían de venerarse los toros y otros bóvidos, tal como se hacía en el antiguo Egipto. El toro sagrado se representaba en Egipto con el disco del Sol entre sus cuernos. Toro y sol eran emblemas de los dioses solares. Pero en Egipto también se veneraba al carnero o cordero y, ya en la era de Aries o del carnero, los israelitas que habían permanecido durante siglos en Egipto decidieron en la noche de Pascua sacrificar el cordero, símbolo sagrado para los egipcios, con lo cual los libertados querían significar que su Dios era más fuerte que todos los dioses del país de los faraones. Unos dos mil años después de la era de Aries, la de Piscis marcó el inicio del cristianismo, cuyo símbolo en los primeros tiempos fue precisamente un pez.
El Zodiaco, establecido por los sumerios, es la división del cielo en doce partes iguales y cada una de ellas lleva el nombre de un animal o figura que en términos gráficos sugiere a la mente la constelación estelar por la que aparentemente el Sol transcurre cada mes (Leo, Cáncer, Géminis, Tauro, Aries, Piscis, etc.). Desde el punto de vista del observador terrestre, las doce constelaciones son recorridas por el Sol en el transcurso de un año. Sin embargo, no debemos confundir el año con la era zodiacal. Se estiman 12 eras zodiacales y cada una de ellas dura 2.160 años; es decir, que las 12 eras zodiacales tienen una duración total de 25.920 años.
Para determinar la era zodiacal se tiene en cuenta la constelación en la que se sitúa el Sol en el equinoccio de primavera, actualmente hacia el 21 de marzo. Esta situación solar es aparente y depende de la banda celeste a la que apunta el eje de la Tierra o línea imaginaria trazada de polo a polo. Este eje, sobre el que gira la Tierra, se halla inclinado 23,27 grados con respecto al plano de la elipse que la Tierra traza en su movimiento de traslación alrededor del Sol. Además de los movimientos de rotación y de traslación, el planeta tiene un tercer movimiento: el de precesión o movimiento similar al cabeceo de un trompo cuyo eje inclinado se mueve circularmente, al tiempo que el trompo gira sobre sí mismo y se traslada de un punto a otro por el suelo. El movimiento de precesión de la Tierra significa que cada 2.160 años el equinoccio de primavera se adelanta un mes; es decir, que cada año se adelanta 54 segundos la primavera. El eje de la Tierra apunta hoy a la estrella Polar; pero dentro de unos dos mil años apuntará a una estrella diferente. Al cabo de esos dos mil y pico años el observador terrestre notará que el sol se sitúa en otra de las doce constelaciones zodiacales. Por ejemplo, actualmente el Sol se posiciona durante el equinoccio de primavera en la constelación de Piscis desde hace poco más de dos mil años; pero, según unos eruditos, dentro de un siglo lo hará sobre la constelación de Acuario. Sin embargo, otros aseguran que ya estamos en la era de Acuario desde mediados del siglo XX.
De regreso al tema que nos ocupa, decíamos que las corridas de toros tienen su origen en antiguas creencias religiosas fundamentadas en la astrología, que a su vez se apoya en la astronomía. Cuando, unos dos mil años antes de nuestra común época, la era de Tauro, en que se veneraba al toro, cambió a la de Aries, los nuevos adeptos no solamente observaban la ceremonia de sacrificio del cordero, sino que paralelamente comenzaron a sacrificar toros como ceremonial burlesco para los observantes de los antiguos cultos relacionados con el toro. Con ello pretendían demostrar la superioridad de las nuevas divinidades. En la religión mitraica hasta se bebía sangre de toros y se consumía parte de su carne durante la ceremonia de comunión, aunque lo más frecuente es que se sustituyeran la carne y la sangre por pan y vino.
En muchos lugares, como en Creta, no solía ser frecuente el sacrificio del toro, pero sí constituía el cuadrúpedo motivo de burla por medio de ágiles saltimbanquis que danzaban y efectuaban piruetas sobre los gruesos lomos del animal, con lo que así ridiculizaban a los seguidores de las religiones taurómacas. Desde muy antiguo, las plazas sobre las que se hacía sufrir y correr a los toros antes de sacrificarlos, han sido preferentemente circulares al objeto de representar al disco solar, tal como hoy día, en que el ruedo de las actuales plazas de toros es de arena gualda con un cerco de madera roja, lo que en los días de verano hace que el ruedo esplenda con genuina apariencia de sol. El toreo es para muchos la parodia burlesca del sacrificio de un animal que en otros tiempos se consideraba divino. Indiscutiblemente, es la representación simbólica de la muerte de la constelación de Tauro cuando dio paso a la de Aries.
(Artículo de los semanarios de Publicaciones del Sur y Prensa Latino Americana)