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martes, 4 de mayo de 2010

LA FIEBRE DEL ORO

Cuando en los años 60 salíamos a la calle voceando “Llibertat, amnistía i estaut d’autonomia” estábamos muy lejos de imaginar en qué iba a degenerar todo esto. Corríamos perseguidos por las porras y las bolas de goma, pero nosotros perseguíamos la utopía, por eso éramos, como ella, inalcanzables.
Ya a los pocos años, Llach lanzó la voz de alarma con aquel profético “No és això” que le valió la animadversión de los “Funcionarios del negociao de sueños” que se habían encaramado a la escalera y usaban los puños para algo más que para mantenerlos en alto.
La caída del muro, fue el pistoletazo de salida y el “tanto vendes tanto vales”, el grito de guerra con que las hordas capitalistas tomaron al asalto las empresas públicas, los mercados de valores y la conciencia colectiva.
Los partidos de izquierda fueron perdiendo terreno y refugiándose en las trincheras de la ambigüedad ideológica. Desaparecieron los comunistas, el socialismo se convirtió en socialdemocracia y los verdes se fueron destiñendo hasta acabar siendo transparentes.

La entrada en la moneda única, provoco un blanqueo de dinero de tal calibre, que detrozó nuestro paisaje. Las costas se transformaron en puertos, los arrozales en campos de golf y las huertas de naranjos en urbanizaciones masivas.
Los ayuntamientos recalificaban, los especuladores compraban terrenos y voluntades, mientras la banca prestaba un dinero que no era suyo. Los banqueros se adjudicaban sueldos millonarios y los gobiernos miraban hacia otro lado mientras veían subir sus ingresos y apuntalaban sus votos. El proletariado desapareció, todos éramos clase media, propietarios de hipotecas a cadena perpetua y especuladores en re negociación de préstamos para hacer un crucero o montarnos un safari, ¡por fin éramos europeos!
Hace poco releía “La fiebre del oro” de Narcis Oller y me pareció tan actual que creí estar viendo un telediario, los siglos transcurren, las eras pasan, pero la ambición humana continua creciendo a medida que disminuye nuestro sistema de valores.
Ya no hay parias en la tierra con fuerzas para levantarse, porque la telebasura y la pornoeducación han castrado a nuestros hijos, la rebeldía ante la injusticia, el espíritu de lucha y la esperanza en un futuro mejor, han sido sustituidas por un consumismo a ultranza y un desprecio al trabajo y al esfuerzo como nunca hasta ahora se había conocido, mientras, la tierra comienza a estar tan intoxicada con nuestra basura y nuestros venenos, que el día menos pensado nos arrojará a todos al infierno, en un último y telúrico vómito.
¿Estamos a tiempo para evitar el apocalipsis? Creo que todavía nos queda la esperanza, pero la cuenta atrás ha comenzado y este es el penúltimo aviso.