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jueves, 2 de septiembre de 2010

LA FALÁCIA DE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA DE HISPANOAMÉRICA



Durante dos siglos se nos ha vendido que la guerra que supuso la independencia de la América hispana fue una guerra de liberación, cuando en realidad fue una guerra civil. Durante tres siglos, los criollos se repartieron las tierra y las riquezas de la indias, esclavizando a los nativos e importando esclavos africanos para cultivar sus latifundios. La metrópoli tenía la exclusiva en la relaciones comerciales y cargaba con sus impuestos a las haciendas coloniales, a cambio ofrecía cobertura militar y una armada para proteger el tráfico marítimo amenazado por corsarios y piratas de todas las nacionalidades.
Con el paso del tiempo, las familias más poderosas tomaron conciencia de su fuerza, y empezaron a presionar a la metrópoli para romper el monopolio comercial que les impedía negociar con las otras potencias, pero la corona se negaba en redondo a perder esas prerrogativas.
Cuando estalló la guerra contra Napoleón, muchos militares, como José de San Martin, lucharon en el ejército español contra los franceses, pero una vez terminada la contienda, España se encontraba sin ejército y sin armada, era el momento para dar el salto.
Los criollos acaudalados, descendientes de españoles, no se mezclaron  con los indígenas, a los que despreciaban y seguían manteniendo a toda costa su "limpieza de sangre" tan solo se interesaban por ellos como mano de obra barata, o como enemigos a exterminar. Cuando intuyeron que era su momento se levantaron en armas contra los virreyes y las fuerzas de ocupación, la guerra civil había comenzado.
Fue una contienda entre españoles de un lado y otro del océano en la que los indígenas jamás se sintieron implicados y a los que se utilizó como y cuando convino por ambas partes. Lo que empezó como una revuelta contra la corona, terminó en una guerra global de todos contra todos en la que se asentaron los poderes que configuraron los nuevos estados fruto de los intereses de sus terratenientes.
Los "libertadores" acabaron expulsados o asesinados. Sucre murió en un atentado, San Martin, se retiró a Europa para evitar más derramamiento de sangre, y Bolívar, desprestigiado  y enfermo se refugió en Santa Marta, mientras los nuevos virreyes se batían en una sangrienta guerra civil que perdura hasta nuestros días.

Os dejo un relato de Galiano que narra los últimos días de "El libertador" de una manera magistral.

Juanmaromo.



Baja la barca hacia la mar
Tierra verde, tierra negra. Allá lejos la niebla desvanece las montañas. El Magdalena se lleva a Simón Bolívar río abajo.
No.
En las calles de Lima, están quemando su Constitución los mismos que le habían regalado una espada de diamantes. Quienes lo llamaban "Padre de la Patria" están quemando su efigie en las calles de Bogotá. En Caracas lo declaran, oficialmente, "enemigo de Venezuela". Allá en París arrecian los artículos que lo infaman; y los amigos que saben elogiarlo no saben defenderlo.
No puedo.
¿Era esto la historia de los hombres? ¿Este laberinto, este vano juego de sombras? El pueblo venezolano maldice las guerras que le han arrebatado a la mitad de sus hijos en remotas comarcas, y nada le han dado. Venezuela de desgaja de la Gran Colombia y Ecuador también se aparta, mientras Bolívar yace bajo un sucio toldo en la barca que baja por el río Magdalena hacia la mar.
No puedo más.
Los negros siguen siendo esclavos en Venezuela, a pesar de las leyes. En Colombia y en Perú, las leyes dictadas para civilizar a los indios se aplican para despojarlos. El tributo, impuesto colonial que los indios pagan por ser indios, ha vuelto a imponerse en Bolivia.
¿Era esto, era esto la historia? Toda grandeza se hace enana. En la nuca de cada promesa, asoma la traición. Los próceres se convierten en voraces terratenientes. Los hijos de América se destrozan entre sí. Sucre, el preferido, el heredero, que se había salvado del veneno y del puñal, cae en los bosques, camino de Quito, volteado por una bala.
No puedo más. Vámonos.
En el río se deslizan caimanes y maderos. Bolívar, piel amarilla, ojos sin luz, tiritando, delirando, baja por el Magdalena hacia la mar, hacia la muerte.
Galeano.