sábado, 14 de junio de 2008

LA JUSTICIA COMO VIRTUD

La justicia se representa por una mujer con los ojos vendados, con una balanza en una mano y una espada en la otra. Esta imagen encarna la virtud consistente --según Ulpiano-- en la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo.La justicia implica, por tanto, tratar igual a los que son iguales y de modo desigual a los que son desiguales.
De lo que se deduce que no existe la justicia absoluta, resultado de la aplicación mecánica de la norma a cualquier supuesto de hecho mediante un silogismo fatal, sino que tan solo está a nuestro alcance la justicia del caso concreto --es decir, de cada caso considerado en sí mismo--, al que se aplica prudencialmente la norma, tras pasar esta por el tamiz de la equidad. Aristóteles ya se planteó, en su Ética a Nicomaco, el tema de las relaciones entre justicia y equidad: la justicia ve el caso singular desde el punto de vista de la norma general, mientras que la equidad busca en el caso singular su propia ley, de modo que ambas deben encontrarse en una resolución prudencial del juez, que integre ambas perspectivas.

Por esta razón decían los clásicos que la virtud jurídica por excelencia no es la justicia sino la prudencia, y de ahí la conveniencia de que los jueces --personas investidas de la sublime responsabilidad de juzgar-- estén apartados del comercio de los demás hombres, así como del juego de sus intereses políticos y económicos. No en vano se ha dicho que nunca se recuerda el nombre de un buen juez. Ahora bien, la aplicación prudencial de la norma jurídica según criterios de equidad no puede jamás confundirse con la resolución dictada en función de intereses ajenos, aunque no están directamente relacionados con el caso de autos. Si se obra de este modo, la justicia deja de ser una virtud y, al instrumentalizarse al servicio de quien sea, se prostituye. Esta prostitución --que puede alcanzar también a los más altos Tribunales-- envilece a quienes la practican, desmoraliza a los ciudadanos, estorba su convivencia y perturba gravemente la normal gestión de los intereses públicos. Quienes tal hacen destruyen el Estado. Merecerían ser reprobados

EL PERIODICO DE CATALUNYA

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